Lunes 2 de Junio de 2025

Hoy es Lunes 2 de Junio de 2025 y son las 19:40 - FM Villa Allende -La Radio de la Villa- "El Aire de las Sierras". SI SU AVISO ESTA AQUÍ,..FELICITACIONES PUES..! "El verdadero Poder está en el Servir" "En la aceptación de la diversidad, está la madurez del individuo" "Ama a tu prójimo como a tí mismo" y la Creación tambien es tu Prójimo" "Vayan sin miedo a servir" "no tengan miedo de amar" Papa Francisco."La gracia de Dios es como la lluvia que a todos moja"J.G.Del R.Brochero. "Nunca prives a nadie de su esperanza, puede ser lo único que tenga" M.T.de Calcuta. "Los gobiernos que postergan a la niñez y a la ancianidad, son gobiernos sin futuro" Papa Francisco. “Es algo muy pobre decidir que un niño debe morir para que tú puedas vivir como lo deseas.”

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EL CLIMA EN VILLA ALLENDE

01/06/2025

Regresa ‘Tres vidas’, la novela pionera de Gertrude Stein

Fuente: 1748761443

Reeditado por Palmeras Salvajes, el relato explora la emancipación femenina y la rutina social en los Estados Unidos de principios del siglo XX, con un estilo literario innovador y provocador

>Ha vuelto Tres vidas, la primera novela de la autora y coleccionista de arte estadounidense Gertrude Stein, protagonista central de la historia cultural del siglo XX. Originalmente publicada en 1909, esta novela modernista que explora con un tinte irónico las promesas de emancipación que emergían en la sociedad estadounidense de aquel entonces, ahora fue reeditada por la editorial Palmeras Salvajes con Gabriela Raya.

A continuación, Infobae Cultura publica un fragmento del segundo capítulo de la novela firmada por una mujer que vivió adelantada a su tiempo y conserva su influencia hasta nuestros días.

Las niñas que se crían con cuidado y vigilancia siempre encuentran momentos para escaparse al mundo, donde aprenden qué caminos conducen a la sabiduría. Para una niña criada como Melancta Herbert, escaparse resultaba mucho más fácil. Muchas veces andaba sola, a veces con alguna compañera de búsqueda, y vagaba y se detenía, a veces en las playas de maniobras del ferrocarril, a veces en los muelles o alrededor de los edificios nuevos donde trabajaban muchos hombres. En ese momento, cuando la oscuridad lo cubría todo, ella empezaba a reconocer a tal hombre o a tal otro. Melancta avanzaba, ellos respondían, después ella un poco se arrepentía, débilmente, y nunca sabía qué era lo que la retenía realmente. A veces casi llegaba hasta el final y, entonces, la fuerza que había en ella de no saber lo que quería de verdad detenía al hombre común en su intento. Era una experiencia rara, llena de ignorancia, poder y deseo. Melancta no sabía qué era lo que quería con tanto empeño. Tenía miedo y, sin embargo, no comprendía que en este asunto era realmente una cobarde.

Los muchachos nunca le habían interesado mucho a Melancta. Siempre habían sido demasiado jóvenes para que ella mostrara entusiasmo. Melancta sentía un gran respeto por cualquier tipo de poder que condujera directo al éxito. Fue eso lo que siempre mantuvo los sentimientos de Melancta más cerca de su padre negro viril e insoportable que de su madre de tez bronce clara y aspecto dulce. Lo que había heredado de su madre nunca le daba orgullo.

En estos días de juventud, solo los hombres tenían para Melancta algo de conocimiento y poder. Sin embargo, no fue de los hombres que ella aprendió a entender realmente ese poder.

Desde los doce hasta los dieciséis, Melancta vagabundeó. Siempre estaba en busca de la sabiduría, pero nunca la encontró; apenas llegó a atisbar una visión tenue. Durante todo ese tiempo, continuó con su aprendizaje, y siguió en la escuela bastante más tiempo que casi todos los niños de color.

Los vagabundeos de Melancta en busca de la sabiduría siempre eran esporádicos y a escondidas, porque su madre aún estaba viva y la vigilaba todo el tiempo, y a pesar de todo su coraje temía que le contara a su padre, que ahora venía muy a menudo a la casa de Melancta y su madre.

Fue una experiencia maravillosa, la seguridad que disfrutaba Melancta en los días en que intentaba aprender. La misma Melancta no se daba cuenta de lo maravilloso que era estar a salvo, solo sabía que para ella eso carecía de valor real.

Toda su vida Melancta había querido tener experiencias verdaderas. Sabía que no conseguía lo que tanto deseaba, pero a pesar de su coraje a prueba de todo, en este asunto era una cobarde y por eso no aprendía realmente a comprender.

Para Melancta, la playa de maniobras estaba llena de la excitación de muchos hombres y, tal vez, de un futuro libre y vertiginoso. Melancta iba allí con frecuencia a observar a los hombres y todas las actividades que los ocupaban. Los hombres siempre tenían tiempo para decir: “Hola, hermana, ¿quieres sentarte en mi máquina?” y “Hola, qué muchachita más linda, ¿quieres venir a ver cómo trabajo?”.

A todos los porteadores de color les gustaba Melancta. Con frecuencia le contaban experiencias emocionantes que habían vivido; que en el Oeste habían cruzado grandes túneles donde casi no se podía respirar y que luego el tren serpenteaba el borde de grandes cañones posado en estructuras metálicas altísimas y angostas; y que a veces, de esos puentes angostos, se caían vagones y hasta trenes enteros; y que, en los lugares oscuros, la muerte y toda clase de demonios extraños los miraban y se les reían en la cara. Y luego le contaban que, a veces, cuando el tren bajaba a toda velocidad por la montaña empinada y resbalosa, las grandes rocas empezaban a sacudirse y a rodar, que a veces se estrellaban contra el vagón y mataban a los trabajadores. Y mientras los porteadores contaban estas historias, sus caras redondas, negras y brillantes se volvían solemnes, y la piel negra y grasienta se volvía gris, los ojos se les ponían blancos por el miedo y el asombro de las historias que ellos mismos contaban.

A Melancta le caía muy bien este negro de tez morena clara, serio y melancólico, y toda su vida había buscado la amabilidad y la bondad, y este hombre siempre le daba consejos y era cortés, y Melancta en verdad lo apreciaba, pero ella nunca permitía que los consejos fueran lo suficientemente importantes como para cambiar o modificar las costumbres que siempre la hacían meterse en problemas.

Melancta pasaba muchas de las últimas horas del día con los porteadores y con otros hombres que trabajaban mucho, pero cuando oscurecía todo era diferente. Entonces Melancta se encontraba con las que para ella eran las clases distinguidas. Un empleado o un joven oficinista de embarques empezaba a conocerla, y se detenían a conversar o tal vez daban un paseo.

Por la noche, Melancta y un hombre desconocido se quedaban charlando. A veces ella estaba con otra muchacha y entonces era mucho más fácil quedarse o escapar, porque podían abrirse paso juntas, y mientras hablaban y se reían entre sí, podían evitar que el hombre se volviera demasiado insistente.

Fuente: 1748761443

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