Domingo 7 de Diciembre de 2025

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04/11/2025

Donald Trump sopesa las opciones y los riesgos de los ataques contra Venezuela

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Asesores del presidente impulsan planes que van desde operaciones limitadas hasta acciones destinadas a forzar la salida de Maduro

>La administración de Trump ha desarrollado una variedad de opciones para una acción militar en Venezuela, incluidas acciones directas contra unidades militares que protegen al presidente Nicolás Maduro y movimientos para tomar el control de los campos petroleros del país, según varios funcionarios estadounidenses.

Los asesores de Trump han solicitado al Departamento de Justicia orientación adicional que pueda proporcionar una base legal para cualquier acción militar más allá de la campaña actual de ataques a embarcaciones que, según la administración, trafican narcóticos, sin aportar pruebas. Dicha orientación podría incluir una justificación legal para atacar a Maduro sin que sea necesario obtener autorización congresional para el uso de la fuerza militar, y mucho menos una declaración de guerra.

El Departamento de Justicia declinó hacer comentarios. Pero el esfuerzo para justificar el ataque contra Maduro constituiría otro intento de la administración por ampliar sus facultades legales. Ya ha llevado a cabo asesinatos selectivos de presuntos traficantes de drogas que, hasta septiembre, eran perseguidos y detenidos en el mar en lugar de ser ejecutados mediante ataques con drones.

Cualquier intento de derrocar a Maduro colocaría a la administración bajo un mayor escrutinio respecto de la justificación legal que presente, dado el confuso conjunto de argumentos que ha esgrimido hasta ahora para enfrentarlo. Entre ellos figuran el narcotráfico, la necesidad de garantizar el acceso estadounidense al petróleo y las afirmaciones de Trump de que el gobierno venezolano liberó presos hacia Estados Unidos.

El señor Trump ha emitido una serie de mensajes públicos contradictorios acerca de sus intenciones, así como sobre los objetivos y las justificaciones de cualquier posible acción militar. En las últimas semanas ha señalado que los ataques contra lanchas rápidas en el mar Caribe y el Pacífico oriental —que han dejado al menos 65 muertos— se expandirían hacia ataques terrestres. Sin embargo, eso aún no ha ocurrido.

Cuando se le preguntó en CBS News si Estados Unidos se dirigía hacia una guerra con Venezuela, el señor Trump respondió el domingo: “Lo dudo. No lo creo, pero nos han tratado muy mal, no solo en lo relacionado con las drogas”. Repitió su acusación sin fundamento de que el señor Maduro abrió sus prisiones e instituciones mentales y envió a miembros de la banda Tren de Aragua a Estados Unidos, un señalamiento que Trump ha hecho desde su campaña presidencial del año pasado.

El apoyo a las opciones más agresivas proviene del secretario de Estado, Marco Rubio, quien también funge como asesor de Seguridad Nacional interino, y de Stephen Miller, vicejefe de gabinete de Trump y asesor en materia de seguridad interior. Según varios funcionarios estadounidenses, ambos han dicho en privado que creen que Maduro debería ser obligado a dejar el poder.

Sin embargo, asesores señalan que Trump ha expresado repetidamente reservas, en parte por el temor de que la operación pueda fracasar. Trump no tiene prisa por tomar una decisión y ha preguntado en varias ocasiones qué podría obtener Estados Unidos a cambio, con un enfoque específico en cómo extraer parte del valor del petróleo venezolano para beneficio estadounidense.

Lo más probable es que Trump no se vea obligado a decidir al menos hasta que el Gerald R. Ford, el portaaviones más grande y moderno de Estados Unidos, llegue al Caribe a mediados de este mes. El Ford transporta alrededor de 5.000 marineros y cuenta con más de 75 aeronaves de ataque, vigilancia y apoyo, incluidos cazas F/A-18.

Ha habido un incremento constante de tropas estadounidenses en la región desde finales de agosto. Incluso antes de la llegada del portaaviones, ya se encuentran desplegados alrededor de 10.000 efectivos militares estadounidenses en el Caribe, aproximadamente la mitad a bordo de buques de guerra y la otra mitad en bases en Puerto Rico.

Además, el Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales 160 del Ejército —una unidad de élite que llevó a cabo extensas operaciones con helicópteros contra el terrorismo en Afganistán, Irak y Siria— realizó recientemente ejercicios que el Pentágono calificó como maniobras de entrenamiento frente a la costa venezolana.

El despliegue militar ha sido tan rápido y tan público que parece formar parte de una campaña de presión psicológica contra Maduro. De hecho, Trump ha hablado abiertamente de su decisión de emitir una “autorización presidencial” que permite a la CIA llevar a cabo operaciones encubiertas dentro de Venezuela —el tipo de operación sobre la que los presidentes casi nunca hablan por adelantado.

Si Trump opta por ese camino, no hay garantía de que tenga éxito ni de que pueda asegurar que surja un nuevo gobierno más favorable a los Estados Unidos. Sus asesores señalan que se ha dedicado mucho más tiempo a planificar cómo golpear al gobierno de Maduro que a definir lo que sería necesario para gobernar Venezuela en caso de que la operación prospere.

Y algunos de los aliados políticos más leales de Trump han estado advirtiendo en contra de atacar a Maduro, recordándole al presidente que fue elegido para poner fin a las “guerras eternas”, no para desencadenar otras nuevas.

La autorización de Trump para que la CIA opere dentro de las fronteras de Venezuela podría permitir a la agencia llevar a cabo una variedad de actividades, desde operaciones informativas para construir oposición contra Maduro hasta el saboteo activo de su gobierno —e incluso la captura del propio líder. Pero los responsables de seguridad nacional sostienen que, si tales operaciones realmente pudieran apartar a Maduro del poder, él ya habría desaparecido hace años. Por eso la Casa Blanca está considerando una acción militar, y las propuestas sobre la mesa se agrupan en tres grandes categorías.

Un segundo enfoque contempla el envío de fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos, como la Delta Force del Ejército o el SEAL Team 6 de la Marina, para intentar capturar o matar a Maduro. Bajo esta opción, la administración Trump intentaría sortear las prohibiciones contra el asesinato de líderes extranjeros alegando que Maduro es, ante todo, el jefe de una banda narcoterrorista, una extensión de los argumentos usados para justificar los ataques aéreos contra embarcaciones que, según la administración, trafican drogas.

Una tercera opción implica un plan mucho más complejo para enviar fuerzas antiterroristas estadounidenses a tomar el control de pistas aéreas y al menos algunos de los yacimientos e infraestructuras petroleras de Venezuela.

Trump se ha mostrado renuente a considerar ataques que puedan poner en riesgo a tropas estadounidenses. Como resultado, muchos de los planes en desarrollo emplean drones navales y armas de largo alcance, opciones que podrían resultar más viables una vez que el Gerald R. Ford y otros buques estén en posición.

Trump está profundamente concentrado en las enormes reservas de petróleo de Venezuela, las mayores del mundo. Pero cómo gestionarlas —si cortar las exportaciones a Estados Unidos o mantenerlas con la esperanza de conservar una posición en caso de que Maduro sea derrocado— es un problema que ha desconcertado a los funcionarios de la administración durante los últimos diez meses.

La licencia existente de Chevron fue anulada en marzo bajo presión de Rubio, y durante el verano las exportaciones venezolanas a Estados Unidos se desplomaron. Pero una nueva licencia —cuyos detalles se han mantenido confidenciales— aparentemente impide que la empresa envíe divisas al sistema bancario venezolano. Aun así, las exportaciones de petróleo de Chevron están proporcionando un apoyo real a la economía de Maduro.

© The New York Times 2025.

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