Ocho de diciembre, el día de la Inmaculada Concepción, la artífice de que diecisiete días después se celebre el advenimiento de quién fue tan importante que hasta cambió el sentido del calendario. Y cómo no puede ser de otra manera hay que preparar la casa para tan magno acontecimiento y con signos que también predispongan al corazón, por eso la corona de muérdago en el verde me habla de ESPERANZA y en el rojo de AMOR, y el pesebre de que la humildad abre puertas que conducen al SER FELIZ, y armado sobre la mesa, en dónde el pan se parte y se comparte. Que más puedo pedir para este tiempo especial simplemente que NAVIDAD SEA JESÚS, y con eso sobra y basta. El Almirante de Tempestades
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