En cuatro partes, el documento recoge testimonios que exponen la violencia física y psicológica que ejercía la dirigente. Violaciones, golpizas, tortura y muerte a hombres, mujeres y niños en un estado de terror financiado por el poder nacional y avalado por la Iglesia y los organismos de DDHH.
Pegó y torturó a mujeres, niños y ancianos. Violó, asesinó y mandó a matar. Amenazó, incendió. Manejó millones en operaciones fraudulentas. Instaló un estado de terror a gran escala, pagado con recursos del poder nacional y avalado por el Papa Francisco, Amnesty International y un enorme abanico de dirigentes políticos y organizaciones sociales.
Muchos identificados con fuerzas políticas que aseguran defender los derechos del pueblo, pero que a los jujeños les dieron la espalda, para apoyar a la poderosa Milagro Sala.
Es lo que se desprende después de ver el impactante Jujuy Desoído, un documental en cuatro partes que se estrenó online. Un documento valioso precisamente por la decisión de los realizadores de limitarse casi exclusivamente al registro de los testimonios. Sin intervención visible de entrevistadores y con los realizadores en las sombras, a excepción del director, casi el único nombre que aparece en los créditos, Pablo Racioppi. El miedo a Sala —”si sale me mata”, se escucha a los que hablan en cámara— parece extenderse a los que están detrás de cámara.
Frente a ella, un desfile de argentinos y argentinas, jujeños y jujeñas, en su inmensa mayoría humildes trabajadores, muchos de comunidades originarias, que se animan a contar las penurias, el terror y la locura de lo que todavía hoy es, para muchos, una figura a defender. Con extremos difíciles de entender, como su reivindicación en organismos de defensa de las minorías, que piden por una misógina, homofóbica y “verduga”, una palabra que resuena de manera especial en un documental de víctimas.
“Negra”, “sucia”, “muerta de hambre”, le grita Sala a los que la enojan en varias imágenes de archivo. Y los entrevistados, con lágrimas en los ojos, relatan sobre las palizas a manos de patotas de “la Tupac”, a veces avaladas por funcionarios provinciales, que llamaban a Sala “mamita”. Historias de golpizas que dejan a las víctimas como “muertos en vida”, en boca de familiares y testigos. Hombres y mujeres que no pueden contener la angustia ni disimular el pánico.
“Hoy, lo más fuerte que tiene Sala es el miedo de la gente que tiene miedo”, dice Racioppi. “Los que se animaron a hablar, la debilitan. Si muchísima más gente se animara a contar lo que vio, o lo que les pasó, se desintegraría. Este año hubo elecciones en Jujuy. En la escuela de El Cantri, uno de los bastiones conceptuales de la Tupac, votaron algo más de ocho mil personas que viven en el barrio: a la fuerza política de Sala la votaron 99 personas. De ocho mil y pico. En el barrio emblemático de la Tupac Amaru”, asegura.
Los testimonios de “Jujuy Desoído” que hielan la sangre
El primer capítulo es el más “intervenido” para introducir brevemente una historia de Sala y la irrupción de “la banda de la Flaca”, como todavía se lee en algunos muros de la provincia del norte. Eso implica remontarse a los noventa, cuando los vientos de desempleo del menemismo dejaron en la calle a buena parte de la población trabajadora, en una provincia en la que el 80 por ciento dependía del Estado. Ahí aparece Carlos “Perro” Santillán y más tarde, de la mano de sindicalistas de ATE, Sala. “Una figura que terminó escalando, con los recursos del kirchnerismo, a un nivel que todavía nadie puede cuantificar”, dice el director.
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